Sostienen conversaciones oficiales Raúl y Bouteflika
La sede de la Presidencia argelina fue el lugar del encuentro. Con el tributo a los mártires de la lucha por la independencia dio comienzo el segundo día de la visita a Argelia del mandatario cubano
Jorge Martín Blandino (enviado especial)
Argel, 8 de febrero.— Poco después de las diez de la mañana de este domingo, Raúl fue recibido por Bouteflika en la entrada de la sede de la Presidencia de la República, bajo una fuerte lluvia de granizos. Una tradición argelina lo considera un buen augurio al comienzo de los encuentros, y así ocurrió en este caso.
Al respecto, y en respuesta a la pregunta de una periodista argelina, el Presidente cubano afirmó que vamos a tratar de que avancen aún más las relaciones, pero realmente es difícil "porque mejores no pueden ser".
Puso ejemplos de lo alcanzado en la construcción de hospitales oftalmológicos, la producción cooperada de medicamentos y otras tareas en el campo de la salud, así como en frentes de la actividad económica, pero afirmó que es poco todavía e insistió en la importancia de explorar nuevas formas de complementar las economías de los dos países.
Afirmó que hoy era necesario lograr en lo económico el alto nivel de relaciones que ha existido siempre en lo político.
De inmediato los dos presidentes iniciaron las conversaciones oficiales, durante las cuales intercambiaron sobre la marcha de la cooperación y otros asuntos de carácter bilateral. También abordaron diversos temas de la situación internacional, en el ambiente de hermandad, comprensión y respeto mutuo que caracteriza las relaciones entre los dos países.
De forma paralela, el resto de los integrantes de la delegación cubana efectuaron reuniones con funcionarios argelinos, en las que se revisaron los numerosos campos de la fructífera colaboración que actualmente llevan a vías de hecho Cuba y Argelia, con amplias perspectivas de crecer aún más.
Finalmente, Raúl y Bouteflika presidieron un intercambio entre ambas delegaciones, que permitió comprobar el consenso existente tanto en las relaciones bilaterales como en los temas políticos, económicos y sociales que actualmente más preocupan a la humanidad y particularmente a los países del sur.
Desde la sede de la Presidencia, la delegación cubana se trasladó al cercano Palacio del Pueblo, para participar
en el almuerzo oficial ofrecido por el Presidente Bouteflika en ocasión de la visita, al que asistieron altas autoridades y personalidades sociales argelinas, así como el cuerpo diplomático acreditado.
La sede de la Presidencia argelina fue el lugar del encuentro. Con el tributo a los mártires de la lucha por la independencia dio comienzo el segundo día de la visita a Argelia del mandatario cubano
Jorge Martín Blandino (enviado especial)
Argel, 8 de febrero.— Poco después de las diez de la mañana de este domingo, Raúl fue recibido por Bouteflika en la entrada de la sede de la Presidencia de la República, bajo una fuerte lluvia de granizos. Una tradición argelina lo considera un buen augurio al comienzo de los encuentros, y así ocurrió en este caso.
Al respecto, y en respuesta a la pregunta de una periodista argelina, el Presidente cubano afirmó que vamos a tratar de que avancen aún más las relaciones, pero realmente es difícil "porque mejores no pueden ser".
Puso ejemplos de lo alcanzado en la construcción de hospitales oftalmológicos, la producción cooperada de medicamentos y otras tareas en el campo de la salud, así como en frentes de la actividad económica, pero afirmó que es poco todavía e insistió en la importancia de explorar nuevas formas de complementar las economías de los dos países.
Afirmó que hoy era necesario lograr en lo económico el alto nivel de relaciones que ha existido siempre en lo político.
De inmediato los dos presidentes iniciaron las conversaciones oficiales, durante las cuales intercambiaron sobre la marcha de la cooperación y otros asuntos de carácter bilateral. También abordaron diversos temas de la situación internacional, en el ambiente de hermandad, comprensión y respeto mutuo que caracteriza las relaciones entre los dos países.
De forma paralela, el resto de los integrantes de la delegación cubana efectuaron reuniones con funcionarios argelinos, en las que se revisaron los numerosos campos de la fructífera colaboración que actualmente llevan a vías de hecho Cuba y Argelia, con amplias perspectivas de crecer aún más.
Finalmente, Raúl y Bouteflika presidieron un intercambio entre ambas delegaciones, que permitió comprobar el consenso existente tanto en las relaciones bilaterales como en los temas políticos, económicos y sociales que actualmente más preocupan a la humanidad y particularmente a los países del sur.
Desde la sede de la Presidencia, la delegación cubana se trasladó al cercano Palacio del Pueblo, para participar
en el almuerzo oficial ofrecido por el Presidente Bouteflika en ocasión de la visita, al que asistieron altas autoridades y personalidades sociales argelinas, así como el cuerpo diplomático acreditado.
TRIBUTO A LOS MáRTIRES DE ARGELIA
"Nuestra admiración y profundo respeto al visitar este Santuario de los Mártires por la larga lucha de los argelinos por la libertad y la independencia. Fue largo y sangriento el camino, pero ya son dueños de su destino". Así escribió Raúl en el libro de visitantes de la monumental obra, erigida por el pueblo argelino para perpetuar el recuerdo agradecido a los cientos de miles de hijos de esta tierra que ofrendaron la vida en la lucha frente a la opresión colonialista.
El Presidente cubano arribó al impresionante complejo histórico temprano en la mañana de este domingo, acompañado por el Ministro de Estado argelino Abdelaziz Belkhadem y el resto de los integrantes de la delegación cubana.
El Santuario de los Mártires se levanta en una colina de Argel, importante escenario de la resistencia contra el poder colonial. Allí, luego de recibir el saludo de la Guardia de Honor, Raúl guardó respetuoso silencio ante la ofrenda floral depositada en honor a los caídos durante la centenaria resistencia del pueblo argelino frente al coloniaje.
A continuación el mandatario cubano recorrió el museo ubicado en el mismo complejo histórico, el cual refleja las tres etapas fundamentales de la lucha del pueblo argelino por recuperar su independencia, luego de la invasión de su país a comienzos del siglo XIX.
La primera sala refleja las rebeliones populares entre 1830 y 1919, período en que la metrópoli colonial despojó sistemáticamente a los campesinos de las tierras fértiles para entregarlas a los colonos extranjeros, sumiendo en la miseria y el hambre a millones de argelinos.
El combate político entre los años 1919-1954 es reflejado en una segunda sala, etapa en que los colonialistas masacraron impunemente a numerosas manifestaciones pacíficas.
Finalmente, se refleja la guerra de liberación nacional iniciada en 1954, y que costó la vida a millón y medio de los argelinos, más del 15% de la población total del país. Esta última sala refleja también importantes momentos posteriores a la proclamación de la independencia en 1962.
Tiene destacada presencia en la muestra la solidaridad de la Revolución cubana con la heroica lucha del pueblo argelino, que encabezada por Fidel se hizo presente desde el mismo momento de la victoria en 1959. Esta incluyó el envío de armas a los guerrilleros y tras la conquista de la independencia, en 1963, el apoyo de nuestros combatientes internacionalistas cuando una agresión militar extranjera puso en peligro la integridad territorial de la joven república. Meses antes se había iniciado la ayuda en el campo de la salud, cuando en mayo del mismo año arribó a Argel el primer grupo de médicos y enfermeras, que dio inicio a nuestra colaboración con otros muchos pueblos en esta esfera.
AMPLIA REPERCUSIÓN DE LA VISITA EN LOS MEDIOS DE DIFUSIÓN ARGELINOS
A la visita del Presidente cubano han dedicado un significativo espacio los medios de difusión de este país del norte de África.
Los principales diarios que circulan en la capital, con varias de sus avenidas engalanadas con banderas de los dos países y carteles alegóricos a la visita, muestran titulares como los siguientes: "Los dos países refuerzan su calurosa relación", "Un modelo de cooperación Sur-Sur", "Desarrollo de la oftalmología, cinco clínicas especializadas", "Nuevos puentes entre Argel y La Habana", "Una alianza sólida", "Fidel, fiel amigo de Argelia y de Bouteflika", "Raúl, bienvenido a Argelia". Similar destaque han brindado la televisión y la radio nacionales.
Lincoln Díaz-Balart alaba a la Rosa Blanca terrorista
JEAN GUY ALLARD
El primer grupo terrorista montado en Estados Unidos por la CIA para atacar a la Revolución cubana trabajó "en favor de los derechos humanos", según el congresista norteamericano de origen cubano Lincoln Díaz-Balart, hijo del fundador de esa organización, Rafael Díaz-Balart, subsecretario del Interior (Gobernación) de la dictadura de Fulgencio Batista.
El representante en la Cámara Baja acaba de hacer, en un "almuerzo de conmemoración" celebrado en la ciudad de Miami, una inesperada apología de esta agrupación de extrema derecha, creada por su padre en Nueva York, el 28 de enero de 1959.
El politiquero miamense presentó a su público de recalcitrantes una versión novelística de la salida de Cuba (con millones de dólares robados del Estado cubano) de su padre.
El congresista de extrema derecha, quiere fomentar la idílica idea de que su padre, Rafael Díaz-Balart, quien apoyó ciegamente al tirano en sus sanguinarias operaciones de represión, salió "el 20 de diciembre de 1958 con su familia y su socio de bufete de abogados, Rolando Amador, en un viaje de negocios a Francia", a diez días del derrumbe del régimen.
"Teníamos planes de regresar todos a Cuba en los primeros días de enero", afirmó Lincoln Díaz-Balart, un ahijado del propio Batista. "Ante la noticia de la toma del poder por Castro, fuimos para España, donde amigos españoles ofrecieron a mi padre ayuda para que se quedara allí."
"Pero él llamó a su amigo en Nueva York, el congresista americano Víctor Anfuso, y le dijo que el día 15 de enero estaríamos llegando a esa ciudad, que iba para Estados Unidos". Y añadió sin darse cuenta de lo absurdo de su afirmación, "...para comenzar la larga y difícil lucha contra la dictadura de Castro".
La Revolución cubana tenía entonces 15 días.
Rafael Díaz-Balart fue descrito en alguna oportunidad como "un aprendiz de pistolero que había estado junto a Batista desde la fundación del Partido de Acción Unitaria (PAU), en 1949, y que tuvo la peregrina responsabilidad de ser 'líder de la juventud', precisamente en un régimen que la persiguió sistemáticamente".
Desde su puesto ministerial, Rafael Díaz-Balart había sido encargado de gran parte del control de los cuerpos represivos y reunió en la Rosa Blanca, una amalgama de corte neofascista, a fanáticos civiles de Batista y a ex policías, torturadores, esbirros, y ex militares del aparato asesino.
Tal como la Legión anticomunista del Caribe, la organización de Díaz-Balart se desarrolló con el patrocinio tanto de la inteligencia yanki como del dictador dominicano Leónidas Trujillo, huésped de Batista.
En Santo Domingo, en febrero de 1959 —según se ha revelado— el agente CIA Gerry Doller, alias Frank Bender, alias Don Federico ya mantenía reunión de coordinación donde se conversaban hasta planes de invasión.
Las elucubraciones CIA-Trujillo fueron entonces hasta organizar un gobierno donde la presidencia iría a parar al ex senador Arturo Hernández Tellaheche; el puesto de primer ministro, al constructor Ramón Mestre Gutiérrez, y el ministerio del Interior, al connotado torturador y asesino Rolando Masferrer, un ex colaborador activo de Rafael Díaz-Balart ejecutado años después en Miami.
Entre sus cómplices, el ex subsecretario escogió al ex teniente coronel Merob Sosa como jefe de operaciones militares. Sosa era un esbirro de la Sierra Maestra donde se destacó quemando los bohíos de los campesinos "con los guajiros dentro".
La más "gloriosa" página de las actividades del grupo neofascista ocurrió el 22 de septiembre de 1960, en el restaurante El Prado, en Nueva York, cuando una pandilla de provocadores desencadenaron un tiroteo donde falleció una niña venezolana de nueve años de edad, Magdalena Urdaneta.
El 27 de agosto de 1994, Lincoln Díaz-Balart digno hijo del fundador de La Rosa Blanca, recomendaba abiertamente a la Casa Blanca, permitir a los terroristas de Miami lanzar ataques contra Cuba desde el territorio de Estados Unidos. En numerosas oportunidades, sugirió nada menos que el asesinato del máximo líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz.
Se extiende a 58 países la biotecnología cubana
HOLGUÍN.— La industria cubana de la Biotecnología extiende sus resultados científicos a 58 naciones del planeta, afirmó el doctor Agustín Lage Dávila, director del Centro de Inmunología Molecular.
Esta expansión, subrayó, revela el potencial de la comunidad científica de la Isla en su afán por elevar y contribuir a la búsqueda de fórmulas cada vez más efectivas en el campo de la medicina, tanto dentro del país como a escala internacional.
Al impartir la conferencia magistral titulada La Excelencia en la Investigación Científica, Lage destacó que solamente el sistema de la Biotecnología aporta al Ministerio de Salud Pública más de 160 productos, lo cual refleja la trascendencia de los centros dedicados a esa rama.
Entre esas contribuciones, dirigidas a lograr diagnósticos de mayores precisiones en determinadas enfermedades, enumeró los ensayos clínicos de vacunas contra el cáncer y la producción de proteínas recombinantes y de anticuerpos monoclonales.
En esos casos se incluyen, entre otros, aportes al mejoramiento de la salud, la fabricación del Trofín en el Centro Nacional de Inmunología y Biopreparados y en su homólogo de Holguín, el cual actúa como un antianémico y reconstituyente de origen natural, destinado principalmente al Programa Materno Infantil.
El doctor Lage, eminente científico cubano y autor de numerosas obras en el campo de la Medicina, asistió el fin de semana como invitado al resumen del Tercer Fórum Provincial de Biotecnología 2009, auspiciado por el Centro de Inmunología y Biopreparados de Holguín. (AIN)
Entrevista con el trovador Silvio Rodríguez.
TOMDADA DEl libro COMO EL PRIMER DÍA
Mi compromiso se convirtió en una razón de ser
Pedro de la Hoz • La Habana
Fotos: Kaloian (La Jiribilla)
Desde que con aspecto de adolescente apareció con una guitarra en un casi olvidado programa de la televisión hasta los conciertos multitudinarios más recientes en diversas plazas del mundo, Silvio Rodríguez (San Antonio de los Baños, 29 de noviembre de 1946) ha sido consecuente en sus cantos y sus actos.
Renovador de la trova hacia el final de la década de los 60 junto a Pablo Milanés y Noel Nicola, su obra ha dejado una huella indeleble en la banda sonora de la vida de muchos cubanos y otros tantos jóvenes y no tan jóvenes en Iberoamérica. Entre sus numerosos reconocimientos se halla el Premio Nacional de Música 2004.
En aras de la precisión, Silvio prefirió acceder a esta entrevista por escrito. He aquí sus respuestas.
¿Guarda entre sus recuerdos el primero de enero de 1959?
En los años 50 mi padre, mi padrino y yo, en la colina universitaria, vimos a la policía de Batista cargar contra los jóvenes que bajaban con una bandera cubana desplegada. El 13 de marzo de 1956 mi abuela Isabel me sacó de mi escuela bajo una recia balacera. Por entonces, junto a mi familia, escuchaba Radio Rebelde en casa de la tía Nena, que vivía frente al Capitolio. Todo nuestro barrio de San Miguel y Gervasio sabía que en la panadería de enfrente se vendían bonos del 26 de julio. Un hijo de mi maestra de primaria, la doctora Josefa Torres, estaba alzado en la Sierra Maestra. Un año antes del primero de enero, los soldaditos de goma con que jugaba con mis amigos estaban divididos en casquitos y en rebeldes. Una de aquellas figuritas tenía una Thompson y era el Che Guevara. ¿Cómo no recordar el primero de enero de 1959?
¿Puede evocar cómo transcurrió ese día para usted y su familia?
Acababa de cumplir 12 años y me es inevitable evocar también el poema del Indio Naborí, que comienza describiendo la mañana del 1º de enero con versos realistas ―porque fue un día de cielo muy azul, especialmente luminoso. Mi madre, mi hermana María y yo habíamos ido a pasar aquel fin de año a casa de mis abuelos, que quedaba en el barrio de La Loma, en la calle Caridad número 12, a unos metros del placer de pelota de San Antonio de los Baños. Aquella mañana, desde temprano, la casa se llenó de trasiegos, porque había empezado a circular la noticia de que Batista se había ido y había una huelga general. Se pedía a los ciudadanos que se mantuvieran en sus casas, pero el júbilo era incontrolable. Los que no se lanzaron a la calle, cosa que para mí estaba vedada por la edad, pasamos el día pegados a la radio. Por la tarde mi abuelo decidió que no regresáramos a La Habana hasta que no se definiera la situación, así que nos quedamos en el pueblo un par de días más de lo previsto. Aquellos días agregados a las vacaciones de fin de año fueron el primer beneficio que me hizo la Revolución, y los empleé en reintegrarme a la pandilla de ripiosos con la que andaba y en seguir explorando el monte y el río de mi pueblo.
¿En qué medida las transformaciones revolucionarias del país tuvieron que ver con su iniciación en la música y con su obra como trovador?
El gusto por la música me llega por mi familia materna, que es especialmente musical; yo desde pequeño mostraba vocación. La guitarra y las canciones sí aparecieron cuando era un adolescente. Como muchos otros jóvenes, participé de los cambios que proponía la Revolución. Así que el origen de algunos de mis temas y enfoques habría que buscarlos en la Historia de Cuba de la década del 60 ―cuando yo hacía el tránsito de niño a hombre. De por entonces tengo mucha memoria de sucesos que concientizaban, incluso a los menores: diferentes tipos de agresiones, tiendas quemadas, bombas, propaganda contrarrevolucionaria, avionetas que pasaban tiroteando. Durante una buena cantidad de años los días y las noches eran un espectáculo encendido, muchas veces estremecedor. El país prácticamente vivía en las trincheras. Cuando la invasión por Girón me integré a las milicias estudiantiles y tocaba puertas, pidiendo latas para los que combatían. Poco después empezó la Campaña de Alfabetización, en la que participé con entusiasmo. Gracias a eso conocí la realidad de nuestros campos ―y que los alzados asesinaban niños alfabetizadores. La madrugada de octubre del 62 en que los aviones norteamericanos sobrevolaron la Isla con cargas nucleares, yo hacía guardia de dos a cuatro en la puerta del semanario Mella (Desagüe 110), con un máuser de la Primera Guerra Mundial. Los dirigentes llegaron de una reunión con Fidel y allí en la puerta dijeron que posiblemente al amanecer sería el ataque. Aquella noche también la recuerdo muy nítidamente, porque había una luna llena idéntica a las de las películas de misterio. Dos años más tarde estuve entre los que inauguraron el Servicio Militar Obligatorio, cuyas primeras experiencias fueron duras. Entre las cosas interesantes que viví por entonces estuvo conocer a Vilo Acuña y a algunos combatientes que estuvieron con el Che en África. También conocí, de lejos, a Raúl Díaz Argüelles ―que caería en Angola―, y a otros militares que iban a ser jefes durante mi experiencia por aquellas tierras, diez años después.
¿Cuándo empezó a componer canciones?
Vivencias así eran mi memoria a corto plazo y mi historia latente cuando en 1965 empecé a hacer canciones con regularidad. En 1967 ya tenía un puñado y tuve la suerte de que Mario Romeu se fijara en mí y me llevara a la televisión. Hasta ese momento mi relación con la sociedad había sido más bien armónica y los problemas que empezaron a surgir entre luces y cámaras me sorprendieron y me deprimieron. Inmediatamente, por dignidad, reaccioné y mis canciones iniciaron una especie de diálogo más complejo con lo que me rodeaba. Creo que aquello consolidó mis características como trovador y que a partir de entonces, y gracias a aquellas contradicciones, se ahondó mi compromiso con lo que hacía, al punto en que se convirtió en una razón de ser. Desde entonces todo lo que me ha pasado, para bien y para regular, ha seguido enriqueciendo mi trabajo-vida. Mucho me han servido mis avatares personales, pero más las venturas y desventuras de esta sociedad en la que he escogido vivir.
¿Cómo cree usted que la hostilidad de Estados Unidos contra la Revolución cubana ha influido en el desarrollo y proyección de nuestra música?
Me parece peregrino calcular en qué medida y en cuántas direcciones fuéramos diferentes si ese país poderoso y vecino nos hubiera tratado ―siquiera― con tolerancia. Creo que de cualquier forma la Revolución hubiera desarrollado la educación y las escuelas de arte, como estaba en sus planes e hizo. Quizá en el terreno de la música hubiéramos alcanzado aún más desarrollo, por la facilidad de intercambio y por no tener restricciones al acceso de nuevas tecnologías. No conozco un estudio ―puede ser interesante que se haga― del impacto de la hostilidad y el bloqueo en la música cubana. Como músico individual, o más bien como aspirante, recuerdo que en los años de mis comienzos era prácticamente imposible conseguir ya no un instrumento sino un humilde jueguito de cuerdas. Cierta vez conté cómo tuvimos que grabar la canción "Cuba va" con un contrabajo que en vez de cuerdas llevaba cables de teléfono. Aquellas limitaciones nos hacían razonar que era más importante tener imaginación para hacer música que buenos instrumentos para ejecutarla. Aunque eso sea cierto, en nuestro caso ese es un razonamiento desesperado, producto de las limitaciones que nos ha impuesto el bloqueo de los gobernantes norteamericanos ―que no es, como ellos dicen, contra el gobierno cubano sino también contra todo el que vive y contra todo lo que sucede en Cuba. Claro que tantas acciones contra nuestro país no solo nos han creado problemas: también nos ha identificado con la mayoría, con nuestros iguales, porque formamos parte del sur de América y del sur del mundo. Un mundo, por cierto, en el que las sonoridades cubanas siempre han corrido buena suerte.
¿Sería oportuno recordar cómo ese sonido cubano había comenzado a expandirse desde mucho antes?
Recordemos que en el siglo XIX, a la vez que comenzaban a cuajar nuestras características como pueblo, la habanera empezó a viajar y a ejercer su fascinación. A principios del siglo XX Miguel Matamoros y su trío divulgaron internacionalmente el son y la canción. Después Lecuona, desde el cine, siguió prestigiando la huella cubana y, poco después, Pérez Prado universalizó el mambo. Por entonces despuntaba Beny Moré, otro gran proyector de nuestra música. En los años 50, Jorrín, el chachachá y las canciones de amor del filin, en forma de boleros, le dieron la vuelta al mundo. O sea que cuando triunfó la Revolución la música cubana ya tenía resonancias incuestionables. Entonces lanzaron el mito de que lo mejor de Cuba se había ido. Pero la verdad fue que la secuencia de nuestra música continuó invitándonos a la creación y una vez más hubo continuidad ―ese fenómeno que a veces es analógico y otras se pelea con la tradición. La gran diferencia con el pasado consistió en que ―gracias a los planes de enseñanza y a la creación de las escuelas de arte―, el traspaso de conocimientos, que antes ocurría por privilegios de clase o por albur, se masificó, se sistematizó y se convirtió en torrente.
¿Entonces pudiera decirse que la nueva realidad favoreció la emergencia de nuevas contribuciones en la música?
Cuba es un país de talento musical congénito, pero hubo un gran salto de excelencia con la proliferación de las escuelas. Aún así algunos medios, prensa y libros del exterior de Cuba, porfiados en no reconocerle logros a la Revolución, tergiversaron ese salto. Ese estigma ha dado lugar a que durante décadas músicos de aquí ―y música hecha aquí― hayan sido segregados de concursos, festivales y otros eventos. En años recientes fue muy obvia la hostilidad, a partir de la manipulación política de eventos internacionales que fueron mudados a la ciudad de Miami. Otro aspecto en que el bloqueo nos ha hecho daño es en el de los derechos autorales. Calculan que en los Estados Unidos hay millones que pertenecen a Cuba, sólo por la Guantanamera de Joseíto Fernández. Tampoco permiten que los músicos cubanos residentes en su propio país reciban honorarios por actuar en los Estados Unidos. La precaria industria musical cubana tiene que hacer malabares para adquirir insumos, gracias al acoso del bloqueo. Pero ya se sabe que esas leyes no nos dejan comprar alimentos ni nada, incluso cuando un huracán nos destroza el país. Lamentablemente, también hay que reconocer que la poca valoración de nuestros progresos a veces la practicamos nosotros mismos. No hace mucho un dirigente latinoamericano me dijo que quería estudiar y poner en práctica en su país la experiencia cubana en enseñanza artística. Me preguntó si teníamos algún manual, algún libro, algún documental, materiales que recogieran esas prácticas y las explicaran. Cuando llegué a Cuba y pregunté, descubrí que eso no existe. Es absurdo que no tengamos registros documentales del beneficio que ha representado para nuestra cultura la enseñanza artística.
Usted cantó El necio en Santiago de Cuba, 1991, en los días del Congreso del Partido, antes de que el país se sumiera en la crisis de esa década. ¿Suscribiría nuevamente aquella declaración de principios? ¿Cree que "la necedad" se ha multiplicado, para bien, entre nosotros?
No es la primera vez que en momentos de crisis (que son a menudo) un periodista me pregunta si mantengo mi postura anterior. Por los días en que escribí El necio también me pasó. Esa canción es de cuando el derrumbe del campo socialista. Muchos habíamos invertido la vida, o buena parte de ella, creyendo y defendiendo que el socialismo es una sociedad más justa y que por lo tanto no debería fracasar. Los que vivíamos aquí confiábamos en que el nuestro era mejor que otros socialismos conocidos, aunque también distaba de ser perfecto. En aquellos días apocalípticos hubo quien entendió que se acababa todo, incluso la Historia. El necio fue como decir: bien, puede que se haya terminado La Historia con mayúsculas, pero esta mía, aunque sea mínima, todavía respira y me da la gana de defenderla. Aún así, ante la debacle del socialismo universal no esperaba que asumiéramos una posición numantina sino una flexibilidad sincera que, a la vez, garantizara nuestros logros sociales. Gracias a lo acontecido posteriormente, hoy por hoy quizá existan varios tipos de "necios". "Necio", a su manera, también pudiera ser el joven que no entiende la pelea histórica de su país, un diferendo que heredó por haber nacido aquí y que desde su perspectiva le ha sido impuesto por la suerte. Ese joven que no asume los puntos de vista de sus padres y abuelos, que dice: esta no es mi bronca y se hace de una balsa y se lanza al mar ―o sencillamente busca la forma de emigrar―, también es una suerte de "necio". Al menos así lo entiendo yo, aunque personalmente, por vivencias y manera de procesar la información, me sienta más cercano al tipo de "necio" que alude la canción. Todo el que se juega la existencia por una forma de pensar es un "necio" ―lo que por supuesto no niega que unas "necedades" parezcan más necesarias que otras, según se mire.
Esta entrevista forma parte del libro Como el primer día. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008.
-- JULIO CONCEPCION GONZALEZ
Mi compromiso se convirtió en una razón de ser
Pedro de la Hoz • La Habana
Fotos: Kaloian (La Jiribilla)
Desde que con aspecto de adolescente apareció con una guitarra en un casi olvidado programa de la televisión hasta los conciertos multitudinarios más recientes en diversas plazas del mundo, Silvio Rodríguez (San Antonio de los Baños, 29 de noviembre de 1946) ha sido consecuente en sus cantos y sus actos.
Renovador de la trova hacia el final de la década de los 60 junto a Pablo Milanés y Noel Nicola, su obra ha dejado una huella indeleble en la banda sonora de la vida de muchos cubanos y otros tantos jóvenes y no tan jóvenes en Iberoamérica. Entre sus numerosos reconocimientos se halla el Premio Nacional de Música 2004.
En aras de la precisión, Silvio prefirió acceder a esta entrevista por escrito. He aquí sus respuestas.
¿Guarda entre sus recuerdos el primero de enero de 1959?
En los años 50 mi padre, mi padrino y yo, en la colina universitaria, vimos a la policía de Batista cargar contra los jóvenes que bajaban con una bandera cubana desplegada. El 13 de marzo de 1956 mi abuela Isabel me sacó de mi escuela bajo una recia balacera. Por entonces, junto a mi familia, escuchaba Radio Rebelde en casa de la tía Nena, que vivía frente al Capitolio. Todo nuestro barrio de San Miguel y Gervasio sabía que en la panadería de enfrente se vendían bonos del 26 de julio. Un hijo de mi maestra de primaria, la doctora Josefa Torres, estaba alzado en la Sierra Maestra. Un año antes del primero de enero, los soldaditos de goma con que jugaba con mis amigos estaban divididos en casquitos y en rebeldes. Una de aquellas figuritas tenía una Thompson y era el Che Guevara. ¿Cómo no recordar el primero de enero de 1959?
¿Puede evocar cómo transcurrió ese día para usted y su familia?
Acababa de cumplir 12 años y me es inevitable evocar también el poema del Indio Naborí, que comienza describiendo la mañana del 1º de enero con versos realistas ―porque fue un día de cielo muy azul, especialmente luminoso. Mi madre, mi hermana María y yo habíamos ido a pasar aquel fin de año a casa de mis abuelos, que quedaba en el barrio de La Loma, en la calle Caridad número 12, a unos metros del placer de pelota de San Antonio de los Baños. Aquella mañana, desde temprano, la casa se llenó de trasiegos, porque había empezado a circular la noticia de que Batista se había ido y había una huelga general. Se pedía a los ciudadanos que se mantuvieran en sus casas, pero el júbilo era incontrolable. Los que no se lanzaron a la calle, cosa que para mí estaba vedada por la edad, pasamos el día pegados a la radio. Por la tarde mi abuelo decidió que no regresáramos a La Habana hasta que no se definiera la situación, así que nos quedamos en el pueblo un par de días más de lo previsto. Aquellos días agregados a las vacaciones de fin de año fueron el primer beneficio que me hizo la Revolución, y los empleé en reintegrarme a la pandilla de ripiosos con la que andaba y en seguir explorando el monte y el río de mi pueblo.
¿En qué medida las transformaciones revolucionarias del país tuvieron que ver con su iniciación en la música y con su obra como trovador?
El gusto por la música me llega por mi familia materna, que es especialmente musical; yo desde pequeño mostraba vocación. La guitarra y las canciones sí aparecieron cuando era un adolescente. Como muchos otros jóvenes, participé de los cambios que proponía la Revolución. Así que el origen de algunos de mis temas y enfoques habría que buscarlos en la Historia de Cuba de la década del 60 ―cuando yo hacía el tránsito de niño a hombre. De por entonces tengo mucha memoria de sucesos que concientizaban, incluso a los menores: diferentes tipos de agresiones, tiendas quemadas, bombas, propaganda contrarrevolucionaria, avionetas que pasaban tiroteando. Durante una buena cantidad de años los días y las noches eran un espectáculo encendido, muchas veces estremecedor. El país prácticamente vivía en las trincheras. Cuando la invasión por Girón me integré a las milicias estudiantiles y tocaba puertas, pidiendo latas para los que combatían. Poco después empezó la Campaña de Alfabetización, en la que participé con entusiasmo. Gracias a eso conocí la realidad de nuestros campos ―y que los alzados asesinaban niños alfabetizadores. La madrugada de octubre del 62 en que los aviones norteamericanos sobrevolaron la Isla con cargas nucleares, yo hacía guardia de dos a cuatro en la puerta del semanario Mella (Desagüe 110), con un máuser de la Primera Guerra Mundial. Los dirigentes llegaron de una reunión con Fidel y allí en la puerta dijeron que posiblemente al amanecer sería el ataque. Aquella noche también la recuerdo muy nítidamente, porque había una luna llena idéntica a las de las películas de misterio. Dos años más tarde estuve entre los que inauguraron el Servicio Militar Obligatorio, cuyas primeras experiencias fueron duras. Entre las cosas interesantes que viví por entonces estuvo conocer a Vilo Acuña y a algunos combatientes que estuvieron con el Che en África. También conocí, de lejos, a Raúl Díaz Argüelles ―que caería en Angola―, y a otros militares que iban a ser jefes durante mi experiencia por aquellas tierras, diez años después.
¿Cuándo empezó a componer canciones?
Vivencias así eran mi memoria a corto plazo y mi historia latente cuando en 1965 empecé a hacer canciones con regularidad. En 1967 ya tenía un puñado y tuve la suerte de que Mario Romeu se fijara en mí y me llevara a la televisión. Hasta ese momento mi relación con la sociedad había sido más bien armónica y los problemas que empezaron a surgir entre luces y cámaras me sorprendieron y me deprimieron. Inmediatamente, por dignidad, reaccioné y mis canciones iniciaron una especie de diálogo más complejo con lo que me rodeaba. Creo que aquello consolidó mis características como trovador y que a partir de entonces, y gracias a aquellas contradicciones, se ahondó mi compromiso con lo que hacía, al punto en que se convirtió en una razón de ser. Desde entonces todo lo que me ha pasado, para bien y para regular, ha seguido enriqueciendo mi trabajo-vida. Mucho me han servido mis avatares personales, pero más las venturas y desventuras de esta sociedad en la que he escogido vivir.
¿Cómo cree usted que la hostilidad de Estados Unidos contra la Revolución cubana ha influido en el desarrollo y proyección de nuestra música?
Me parece peregrino calcular en qué medida y en cuántas direcciones fuéramos diferentes si ese país poderoso y vecino nos hubiera tratado ―siquiera― con tolerancia. Creo que de cualquier forma la Revolución hubiera desarrollado la educación y las escuelas de arte, como estaba en sus planes e hizo. Quizá en el terreno de la música hubiéramos alcanzado aún más desarrollo, por la facilidad de intercambio y por no tener restricciones al acceso de nuevas tecnologías. No conozco un estudio ―puede ser interesante que se haga― del impacto de la hostilidad y el bloqueo en la música cubana. Como músico individual, o más bien como aspirante, recuerdo que en los años de mis comienzos era prácticamente imposible conseguir ya no un instrumento sino un humilde jueguito de cuerdas. Cierta vez conté cómo tuvimos que grabar la canción "Cuba va" con un contrabajo que en vez de cuerdas llevaba cables de teléfono. Aquellas limitaciones nos hacían razonar que era más importante tener imaginación para hacer música que buenos instrumentos para ejecutarla. Aunque eso sea cierto, en nuestro caso ese es un razonamiento desesperado, producto de las limitaciones que nos ha impuesto el bloqueo de los gobernantes norteamericanos ―que no es, como ellos dicen, contra el gobierno cubano sino también contra todo el que vive y contra todo lo que sucede en Cuba. Claro que tantas acciones contra nuestro país no solo nos han creado problemas: también nos ha identificado con la mayoría, con nuestros iguales, porque formamos parte del sur de América y del sur del mundo. Un mundo, por cierto, en el que las sonoridades cubanas siempre han corrido buena suerte.
¿Sería oportuno recordar cómo ese sonido cubano había comenzado a expandirse desde mucho antes?
Recordemos que en el siglo XIX, a la vez que comenzaban a cuajar nuestras características como pueblo, la habanera empezó a viajar y a ejercer su fascinación. A principios del siglo XX Miguel Matamoros y su trío divulgaron internacionalmente el son y la canción. Después Lecuona, desde el cine, siguió prestigiando la huella cubana y, poco después, Pérez Prado universalizó el mambo. Por entonces despuntaba Beny Moré, otro gran proyector de nuestra música. En los años 50, Jorrín, el chachachá y las canciones de amor del filin, en forma de boleros, le dieron la vuelta al mundo. O sea que cuando triunfó la Revolución la música cubana ya tenía resonancias incuestionables. Entonces lanzaron el mito de que lo mejor de Cuba se había ido. Pero la verdad fue que la secuencia de nuestra música continuó invitándonos a la creación y una vez más hubo continuidad ―ese fenómeno que a veces es analógico y otras se pelea con la tradición. La gran diferencia con el pasado consistió en que ―gracias a los planes de enseñanza y a la creación de las escuelas de arte―, el traspaso de conocimientos, que antes ocurría por privilegios de clase o por albur, se masificó, se sistematizó y se convirtió en torrente.
¿Entonces pudiera decirse que la nueva realidad favoreció la emergencia de nuevas contribuciones en la música?
Cuba es un país de talento musical congénito, pero hubo un gran salto de excelencia con la proliferación de las escuelas. Aún así algunos medios, prensa y libros del exterior de Cuba, porfiados en no reconocerle logros a la Revolución, tergiversaron ese salto. Ese estigma ha dado lugar a que durante décadas músicos de aquí ―y música hecha aquí― hayan sido segregados de concursos, festivales y otros eventos. En años recientes fue muy obvia la hostilidad, a partir de la manipulación política de eventos internacionales que fueron mudados a la ciudad de Miami. Otro aspecto en que el bloqueo nos ha hecho daño es en el de los derechos autorales. Calculan que en los Estados Unidos hay millones que pertenecen a Cuba, sólo por la Guantanamera de Joseíto Fernández. Tampoco permiten que los músicos cubanos residentes en su propio país reciban honorarios por actuar en los Estados Unidos. La precaria industria musical cubana tiene que hacer malabares para adquirir insumos, gracias al acoso del bloqueo. Pero ya se sabe que esas leyes no nos dejan comprar alimentos ni nada, incluso cuando un huracán nos destroza el país. Lamentablemente, también hay que reconocer que la poca valoración de nuestros progresos a veces la practicamos nosotros mismos. No hace mucho un dirigente latinoamericano me dijo que quería estudiar y poner en práctica en su país la experiencia cubana en enseñanza artística. Me preguntó si teníamos algún manual, algún libro, algún documental, materiales que recogieran esas prácticas y las explicaran. Cuando llegué a Cuba y pregunté, descubrí que eso no existe. Es absurdo que no tengamos registros documentales del beneficio que ha representado para nuestra cultura la enseñanza artística.
Usted cantó El necio en Santiago de Cuba, 1991, en los días del Congreso del Partido, antes de que el país se sumiera en la crisis de esa década. ¿Suscribiría nuevamente aquella declaración de principios? ¿Cree que "la necedad" se ha multiplicado, para bien, entre nosotros?
No es la primera vez que en momentos de crisis (que son a menudo) un periodista me pregunta si mantengo mi postura anterior. Por los días en que escribí El necio también me pasó. Esa canción es de cuando el derrumbe del campo socialista. Muchos habíamos invertido la vida, o buena parte de ella, creyendo y defendiendo que el socialismo es una sociedad más justa y que por lo tanto no debería fracasar. Los que vivíamos aquí confiábamos en que el nuestro era mejor que otros socialismos conocidos, aunque también distaba de ser perfecto. En aquellos días apocalípticos hubo quien entendió que se acababa todo, incluso la Historia. El necio fue como decir: bien, puede que se haya terminado La Historia con mayúsculas, pero esta mía, aunque sea mínima, todavía respira y me da la gana de defenderla. Aún así, ante la debacle del socialismo universal no esperaba que asumiéramos una posición numantina sino una flexibilidad sincera que, a la vez, garantizara nuestros logros sociales. Gracias a lo acontecido posteriormente, hoy por hoy quizá existan varios tipos de "necios". "Necio", a su manera, también pudiera ser el joven que no entiende la pelea histórica de su país, un diferendo que heredó por haber nacido aquí y que desde su perspectiva le ha sido impuesto por la suerte. Ese joven que no asume los puntos de vista de sus padres y abuelos, que dice: esta no es mi bronca y se hace de una balsa y se lanza al mar ―o sencillamente busca la forma de emigrar―, también es una suerte de "necio". Al menos así lo entiendo yo, aunque personalmente, por vivencias y manera de procesar la información, me sienta más cercano al tipo de "necio" que alude la canción. Todo el que se juega la existencia por una forma de pensar es un "necio" ―lo que por supuesto no niega que unas "necedades" parezcan más necesarias que otras, según se mire.
Esta entrevista forma parte del libro Como el primer día. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2008.
-- JULIO CONCEPCION GONZALEZ
PRIMER SECRETARIO
OFICINA DE PRENSA
EMBAJADA DE CUBA
REPUBLICA DOMINICANA
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Cinco cubanos antiterroristas llevan ya 10 años encarcelados, mientras un terrorista confeso, Luis Posada Carriles, es puesto en libertad.www.antiterroristas.cu
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