VARIAS NOTAS DE LA EMBAJADA DE CUBA EN R. D.

Sostuvo encuentro Raúl con Ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior

El General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, recibió este miércoles al excelentísimo señor Miguel Jorge, Ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil.
El encuentro permitió evaluar la positiva marcha de la colaboración bilateral, la cual recibió un notable impulso durante las visitas oficiales del presidente brasileño a nuestro país, en enero del 2008, y del mandatario cubano a la nación sudamericana, en diciembre de ese mismo año.
Participaron, además, Ricardo Cabrisas Ruiz, Vicepresidente del Consejo de ministros, el Canciller Bruno Rodríguez Parrilla, Rodrigo Malmierca Díaz, Ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, y el excelentísimo señor Bernardo Pericás, Embajador de Brasil en Cuba.
Recibe Raúl al Comisario Europeo Karel De Gucht
El General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, recibió la tarde de este miércoles al excelentísimo señor Karel De Gucht, Comisario Europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria, quien realiza una visita oficial a nuestro país.
El encuentro ratificó el propósito de continuar avanzando en la cooperación entre la Comisión Europea y Cuba, así como de construir un marco bilateral para los vínculos entre la Unión Europea y nuestro país, basado en la no injerencia en los asuntos internos y el respeto a la soberanía de los Estados.
Estuvieron presentes Bruno Rodríguez Parrilla, Ministro de Relaciones Exteriores, y el excelentísimo señor Javier Niño, Encargado de Negocios de la Comisión Europea en Cuba.
Ethos del bloqueo
José Steinsleger
De 192 países que integran la ONU, sólo la república de Palau y el Estado terrorista de Israel votaron a favor del bloqueo yanqui contra Cuba en la última reunión de la Asamblea General. Dos abstenciones: Islas Marshall (52 mil habitantes) y la Federación de Micronesia (108 mil), archipiélagos independientes del Pacífico que al igual que Palau (20 mil) son candidatos a que el cambio climático de la Tierra los hunda en el mar.
Por décima octava ocasión consecutiva la votación develó que la humanidad no está dispuesta a ser borrega de la comunidad internacional. O sea, de Washington y Tel Aviv. En consecuencia, la pregunta de rigor gira en torno a la existencia de posibilidades reales para el cese de las políticas imperiales que someten a los pueblos independientes por el hambre.
El escritor portugués José Saramago se equivoca cuando despotrica contra la Biblia. Aunque algo de razón le va si se considera que las doctrinas geopolíticas de Estados Unidos e Israel se rigen por bendiciones y maldiciones. Segunda naturaleza que, en jerga aristotélica, respondería a una suerte de “ethos constitucional”. Pues si Cuba y Palestina arriasen mañana sus banderas, igual tendrían que pagar por sus pecados.
John Adams, padre fundador de la democracia esclavista y segundo presidente de Estados Unidos, planteó en junio de 1783 que las islas del Caribe constituían “… apéndices naturales del continente americano”. Cuatro años después, otro padre fundador, Alexander Hamilton, recomendó “la creación de un imperio continental americano que incorpore a la unión los demás territorios de América…”
En 1805, el senador J.C. Brackenridge manifestó en un pleno del Congreso: “… tenemos reclamaciones que presentar a España, referentes a territorios al oeste del río Norte o Bravo (léase, Texas) y mejor todavía al este… si con una mano impulsamos fuertemente estas reclamaciones, y con la otra ofrecemos un precio, seguramente obtendremos las Floridas; todo a su tiempo”. Thomas Jefferson, sucesor de Adams, manifestó en una nota enviada al embajador inglés en Washington: “… en caso de guerra entre Inglaterra y España, los Estados Unidos se apoderarían de Cuba por necesidades estratégicas para la defensa de Louisiana y de la Florida”.
La revolución liberal en España impidió la venta de Cuba, así como Francia lo hizo con Louisiana, que entonces llegaba hasta Canadá. Pero en 1823, el filósofo esclavista John C. Calhoun, líder de Carolina del Sur que sería vicepresidente de John Quincy Adams y Andrew Jackson, defendió la anexión: Confieso francamente haber sido siempre de la opinión que Cuba sería la adición más interesante que pudiera hacerse a nuestro sistema de Estados (llenando) por completo la medida de nuestro bienestar político.
En abril de 1823 nació la teoría de la fruta madura, explicada al presidente James Monroe por el secretario de Estado John Quincy Adams: “… hay leyes de gravitación política, como las hay de gravitación física. Así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar, necesariamente, hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno”.
Historia metapolítica, grandes relatos, dirán algunos. Quizá. ¿Pero cuán ajeno al mensaje bíblico-newtoniano de los padres fundadores estaba el simpatiquísimo John Kennedy, cuando decretó el bloqueo a Cuba en febrero de 1962? ¿Y cuánto de mitología político-religiosa subyace en el buenazo y contradictorio Barack Obama, frente a un engendro guerrerista pensado cuando el flamante premio Nobel de la Paz daba sus primeros pasos en las playas de Hawai?
Más allá de la mafia de Miami, más allá de los 100 mil millones de dólares que Cuba ha perdido desde 1962, más allá, inclusive, de lo que pase después de Fidel, el bloqueo tiene rostro. Niños como Osdenis Díaz (30 meses de nacido), Lesnier Ramírez (nueve meses), Leidy Reyes (dos años), José Luis Sanamé (13 años), Yumary Rodríguez (12 años), Pedro P. Valle (cuatro años), Osniel Pérez (cinco años) y Roilán Martínez (tres años) debieron sufrir operaciones de corazón abierto, pues se le prohíbe a Cuba la compra de catéteres, coils, guías, stents, y otros dispositivos que fabrican empresas estadunidenses para cardiopatías congénitas complejas.
En su resistencia de medio siglo al bloqueo económico, financiero y comercial, Cuba cuenta con formidables realizaciones y experiencias. Sin embargo, los fundamentalistas de Washington no levantarán el bloqueo. Su Dios les ha dicho que gracias al ejemplo de la revolución, los pueblos de América Latina han entendido la importancia de resistir, y que la teoría de la fruta madura no sólo iba con dedicación a Cuba.
Revolución y cultura en Cuba
Roberto Fernández Retamar
Poco después de la victoria de enero de 1959, el 19 de agosto de ese año memorable, publiqué en el periódico cubano Revolución el artículo «La Habana, encrucijada de América», donde planteé que a partir de aquel enero La Habana, es decir Cuba, se había convertido en la encrucijada de América, en el centro de atención del Continente. Las razones para ello eran obviamente políticas, pero yo sostenía que Cuba estaba obligada a luchar por devenir, también, encrucijada intelectual y artística. Y ello, añadí, no de modo parasitario, a rastras de la evidente y poderosa grandeza política, sino por merecimientos propios. Aunque entonces apenas habían comenzado a funcionar, ya habían sido creadas en el país, una en marzo y otra en abril, dos instituciones culturales que llevarían a vías de hecho tal propósito: el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y la Casa de las Américas, dirigidas durante años, respectivamente, por Alfredo Guevara y Haydee Santamaría, figuras emblemáticas de nuestra historia. En 1960 fue organizada la Imprenta Nacional, cuyo primer y simbólico título, publicado copiosamente a un precio mínimo, fue Don Quijote de la Mancha. Y en 1961 tuvo lugar la romántica campaña de alfabetización que hizo de Cuba el primer país de nuestra América libre de analfabetismo. (En años recientes, con procedimientos y a veces maestros cubanos, otros países latinoamericanos y caribeños están realizando tareas en cierta forma similares.) A partir de aquella campaña, y de elevar el nivel educacional, tuvo pleno sentido la frase de Fidel según la cual no le decimos al pueblo: cree; le decimos: lee. A fin de ofrecer los más variados materiales de lectura, la Imprenta Nacional dio lugar, en 1962, a la Editorial Nacional, brillantemente conducida por Alejo Carpentier. Y algunos años después, en su estela, fue creado el Instituto Cubano del Libro.
Pero en aquel 1961 ocurrieron también en Cuba otros hechos, de distinta naturaleza. El 15 de abril de ese año fueron bombardeados por aviones de los Estados Unidos tres aeropuertos cubanos. Era, sin duda, el preludio de la invasión, como la que en 1954 había aplastado al gobierno progresista de Guatemala, donde se encontraba el joven Ernesto Guevara, a quien no le decían todavía el Che. El 16 de abril, en el entierro de las víctimas de los bombardeos, Fidel proclamó el carácter socialista que había adquirido la Revolución Cubana. Y en la madrugada del 17 llegó la invasión. El 19, sesenta y seis horas más tarde, sus últimos reductos se rendían. Fue para los cubanos de la Isla la hazaña de Playa Girón, nombre de una victoria; y para los gobernantes estadunidenses y sus mercenarios, el fiasco de la Bahía de Cochinos, nombre de una derrota.
El carácter socialista asumido por la Revolución Cubana, a la vez que entusiasmó, preocupó a escritores y artista no hostiles al proceso revolucionario, pero conocedores de las deformaciones impuestas a las letras y las artes en casi todos los países que se decían socialistas. La prohibición de un documental hecho al margen del ICAIC precipitó las cosas, y en junio de 1961 tuvieron lugar varias reuniones de escritores y artistas con dirigentes políticos encabezados por Fidel. En dichas reuniones hubo, de viva voz, muchas intervenciones, de las que al parecer no existen transcripciones. Sólo se ha conservado el discurso de conclusión de Fidel, llamado Palabras a los intelectuales. En tal discurso, además de otras consideraciones, Fidel pronunció la frase que se haría famosa: «Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada». Se ha dicho que esa frase ha guiado la política cultural de Cuba hasta hoy. Pero tal frase, como es obvio, es susceptible de más de una interpretación. Me cuento entre quienes piensan que «dentro de la Revolución» se incluye la crítica a lo que se considere errado en el proceso revolucionario. Así lo entendió nuestro gran cineasta Tomás Gutiérrez Alea en filmes suyos como La muerte de un burócrata, Memorias del subdesarrollo y Fresa y chocolate. Así lo ha entendido la mayoría de nuestros escritores y artistas, incluyendo al actual Ministro de Cultura, el narrador y ensayista Abel Prieto. En consecuencia, en Cuba no se implantó nada parecido al nefasto realismo socialista, al cual el Che daría el tiro de gracia en su carta al uruguayo Carlos Quijano de 1965 conocida como «El socialismo y el hombre en Cuba». A la luz de aquellos encuentros de junio de 1961, en agosto de ese año, tras un movido congreso, fue creada la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, con Nicolás Guillén a la cabeza y una dirección de la que formaban parte creadores como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, René Portocarrero, Juan Blanco, Lisandro Otero, yo mismo.
Hasta ahora me he limitado a lo ocurrido en el interior de Cuba. Se conocen, sin embargo, las repercusiones de la Revolución Cubana fuera de nuestras fronteras: en primer lugar, en los demás países de la América Latina y el Caribe, pero también en el planeta todo. Una consecuencia de ello fue el notable interés que comenzó a tenerse en el mundo por nuestra América a partir de 1959. Ese interés se dirigió no sólo a los aspectos políticos, sino también a los culturales: en especial, a la literatura. El que muchos consideran el mayor poeta hispanoamericano del siglo XX, el peruano César Vallejo, murió en 1938 en París carcomido por las necesidades. A partir de la década del sesenta del siglo pasado las cosas serían muy diferentes. En muchas partes se crearon instituciones para estudiar las realidades latinoamericanas y caribeñas. Las editoriales no quedaron atrás, y se hizo de buen tono, y rentable, publicar autores nuestros. Hasta se usó el deplorable anglicismo boom para referirse a un grupo de buenos narradores del área, dando a entender que habían surgido de repente. Sería tonto atribuir sólo a la Revolución Cubana la boga, a partir de 1959, de la literatura latinoamericana y caribeña. En gran medida, tal literatura tenía ya un alto nivel mucho antes de ese año. Pero fue a partir de tal fecha cuando fue tomada en serio de modo masivo. Que algunos de los beneficiarios simpatizaran con la Revolución Cubana es congruente. Otros, lo hicieron al principio y se alejaron luego de ella. Y no faltaron los enemigos suyos, cuyo ejemplo mayor quizá sea el del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, quien hasta 1959 había sido un autor de minorías, y pasaría a ser multipublicado, multitraducido, multipremiado, multientrevistado. (La Casa de las Américas publicó en 1988 un volumen de Páginas escogidas suyas.) Curiosa ironía, propia de su paradójico talante, que en gran parte lo debiera a un hecho histórico que le disgustaba. Hasta aquella fecha, el Premio Nobel de Literatura sólo había recaído, con justicia, en una autora nuestra, Gabriela Mistral. A partir de 1959 lo recibirían, con igual justicia, Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Octavio Paz, Derek Walcott, V.S. Naipaul. Todos, de alguna forma, queriéndolo o no, deudores del impacto provocado por la Revolución Cubana.
Vuelvo a ocuparme de Cuba. El asesinato del Che en 1967 prácticamente clausuró nuestros intensos años sesenta. En 1968 ocurrió el primer capítulo de lo que sería el malhadado «caso Padilla»: ásperos artículos oficiales contra libros de él y de otro escritor. En 1971, un nuevo capítulo: la prisión del poeta por cerca de un mes, y su excarcelación seguida de una supuesta autocrítica que en realidad fue una caricatura de los discursos pronunciados por víctimas de los espantosos procesos de Moscú. Paralelamente, ocurrió un congreso de educación y cultura del cual emanaron algunos lineamientos que contradecían lo que había sido hasta entonces la política cultural de la Revolución Cubana. Había comenzado el estrechamiento que el crítico Ambrosio Fornet nombraría luego «Quinquenio Gris» (1971-1976). Véase la excelente conferencia que sobre la cuestión leyera Fornet este año en la Casa de las Américas. A dicha conferencia, con la que estoy identificado (apareció primero en la revista que dirijo, Casa de las Américas), remito a mis lectores. Fuera de Cuba se vivió, a propósito de ella, lo que el admirable Julio Cortázar llamó «la hora de los chacales». Si bien hubo errores cubanos, algunos intelectuales aprovecharon la coyuntura no sólo para desvincularse de la Revolución Cubana en conjunto, sino para atacarla y pasarse a las filas enemigas. En eso están hasta hoy, y sus nombres son difundidos por numerosos medios hostiles o que se dicen neutrales. En Cuba, a partir de la creación en 1976 del Ministerio de Cultura, se tomaron decisiones que airearon el ambiente y retomaron y enriquecieron caminos positivos. El hecho se aceleró cuando, a partir e mediados de los ochenta, se inició por el propio Fidel el llamado proceso de rectificación de errores, que apuntaba sobre todo a medidas económicas incorrectas tomadas cuando en los setenta el país incrementó sus nexos con la URSS. Tempranamente el Che había advertido sobre la negatividad de esas medidas, en cierta forma paralelas a las tomadas en el campo cultural. Pero apenas iniciado tal proceso, las consecuencias de la perestroika llevaron a la desaparición del llamado campo socialista europeo, e incluso a la implosión de la Unión Soviética. De la noche a la mañana, Cuba perdió más del ochenta por ciento de su comercio exterior. Fue menester hacerla entrar en el llamado período especial, que ha supuesto aplicar en tiempo de paz la drástica austeridad prevista para tiempo de guerra. En tal período, que ha durado más de quince años (en su discurso del 26 de julio de 2007 el compañero Raúl Castro dijo que no hemos salido de él), se han vivido dos experiencias bien distintas: por una parte, la escasez de casi todo, incluyendo desde luego los materiales requeridos para la producción cultural; por otra, la liberación de un pensamiento esquemático procedente de los países socialistas de Europa, sobre todo de la URSS. La Revolución Cubana, que desde el 26 de julio de 1953 se había declarado, por boca de Fidel, orientada por José Martí, ha fortalecido tal filiación, sin abjurar de lo más vivo del marxismo, tan desfigurado en aquello países, con los resultados que se conocen. Cintio Vitier escribió hace años que en Cuba está vigente un marxismo martiano, que ilumina la vida cultural del país. En los momentos más oscuros del período especial. Fidel dijo que lo primero que había que salvar era la cultura. Dejados atrás aquellos momentos, el país ha visto renacer y multiplicarse la vida editorial, las exposiciones de artes plásticas, los conciertos y representaciones teatrales y danzarias, incluso el cine, que había sobrevivido gracias a coproducciones no siempre afortunadas, pero que cuenta con un Festival del Nuevo Cine Latinoamericano que cada diciembre hace de Cuba un lugar privilegiado. Como también lo hacen las anuales Ferias del Libro, que recorren la Isla, festivales de ballet, teatro o poesía, mientras se conservan premios y encuentros como los organizados por la Casa de las Américas. En el orden científico, Cuba cuenta hoy con centros reconocidos internacionalmente, y está entregada a una masificación de la enseñanza incluso universitaria. Al mismo tiempo, ha enviado millares de médicos y otros trabajadores de la salud a numerosos países del Tercer Mundo. Todo ello ha contribuido a mantener vinculados con Cuba a cuantiosos intelectuales de todo el mundo.
Hace poco presenté el número inicial de la revista literaria La Siempreviva, la más reciente de las muchas revistas culturales cubanas actuales. El título de la revista, que fue ya el de otra aparecida en La Habana en 1838, bien podría aplicarse a la vida cultural cubana. Ni calumnias, ni la invasión, ni agresiones, ni el terrible y recrudecido bloqueo, ni las enormes dificultades del período especial en tiempo de paz, ni siquiera nuestros errores e insuficiencias han impedido que florezca, desde la base hasta lo alto, la cultura de hoy y de mañana, la siempreviva.
-- JULIO CONCEPCION GONZALEZ
PRIMER SECRETARIO
OFICINA DE PRENSA
EMBAJADA DE CUBA
REPUBLICA DOMINICANA
Cinco cubanos antiterroristas llevan ya 10 años encarcelados, mientras un terrorista confeso, Luis Posada Carriles, es puesto en libertad.