Discurso del Presidente del CDP Aurelio Henríquez en el desvelizamiento de los bustos de los periodistas Rafael Herrera Cabral y Orlando Martínez

El Colegio Dominicano de Periodistas rinde hoy tributo de recordación a dos destacados periodistas. Con el valioso concurso del Ministerio de Cultura, y por decisión expresa de su titular, el licenciado José Rafael Lantigua, descubrimos sendos bustos en bronce de dos comunicadores que constituyen motivo de orgullo para nuestro sector profesional.

El homenaje a estos periodistas representan un símbolo de la unidad de quienes nos dedicamos a este quehacer, porque ellos fueron polos opuestos, pero necesariamente interrelacionados, ellos son ejemplo de la unidad en la diversidad.

Rafael Herrera Cabral y Orlando Martínez son esos periodistas. Nunca mejor la elección y la combinación de dos periodistas de perfiles distintos, de diferentes líneas de pensamiento, en lo político y en lo filosófico, y marcados también por detalles disímiles de sus respectivas existencias.

Herrera vivió 82 años y ejerció el periodismo durante 53. Martínez vivió apenas 31 años, siete de los cuales ejerció la profesión. Hoy tendría unos 66 años. Herrera murió en paz, entre gente que lo amaba, quizás con oraciones y óleos sagrados, como debe morir la gente de bien. Martínez murió en la calle, ensangrentado, perseguido por rufianes, de los que creen que derramando la sangre de un hombre, también echan al suelo las ideas.

Orlando Martínez era osado e incisivo. Rafael Herrera era conservador e irónico, desembozado y a veces complaciente. Lo común entre ambos es que se sobresalieron en el periodismo de opinión, mostraron gran preocupación por el destino de la nación y los dos, además, exhibieron dominio pleno del arte de escribir, para que lo mostraron sobrada vocación.

Ambos vinieron del Sur, pero en esa semejanza también se encuentra una diferencia. Uno procedía del Sur lejano, agreste y despoblado, como ha dicho el poeta Pedro Mir, y el otro del Sur cercano, de campos fértiles, abundante en dulcerías y con libros más cercanos.

Rafael Herrera Cabral nació en Baní el 7 de julio de 1912 y se inició en el periodismo en esa ciudad. Se dice que cuando vino a vivir a la Capital, se había leído una gran biblioteca.

A los 29 años, en 1941, ingresó a trabajar en el Listín Diario como traductor y redactor, cargos que desempeñó hasta el 1942. En su quehacer periodístico ocupó importantes cargos en nuestros principales diarios, entre los que podemos destacar el de Jefe de Redacción de La Nación (1946- 1947) y jefe de Redacción de El Caribe (1948 – 1949).

En 1949 fija residencia en Puerto Rico y allí se desempeña como asistente del director del periódico "El Imparcial" hasta el 1955, poco después de su regreso al país es designado director de El Caribe, posición que desempeñó de 1956 a 1960.

A Herrera correspondió dirigir el Listín Diario, tras la decapitación de la dictadura de Rafael Trujillo, que lo había hecho cerrar. La personalidad de este periodista se creció desde esta posición, y su esfuerzo, su talento y peculiar estilo hicieron de ese periódico el más grande y moderno del país.

Ha sido Herrera, probablemente, el único editorialista que escapó del anonimato, pues la fuerza de su estilo, su gracia y su originalidad identificaron siempre al autor de los editoriales del Listín. Él fue, realmente la conciencia del Listín Diario, como proclamara alguna vez en un escrito.

Dirigió el Listín desde el 1963 hasta 1994, cuando murió, el 25 de noviembre. Herrera fue distinguido por el gobierno, universidades, instituciones sociales, iglesias y gremios profesionales que apreciaron en él, además de un periodista de inmenso talento, a un hombre generoso, un pacificador, un gran propulsor de la armonía en la sociedad dominicana.

Formó familia desde 1957 con la profesora Rosa González de Herrera, con quien procreó a: (hijos…).

Orlando Martínez nació en Las Matas de Farfán el 23 de septiembre de 1944, terminó su bachillerato en la Capital y en 1962 ingresó a la escuela de periodismo de la UASD, la cual abandonó un año después para iniciar estudios de sociología en esa misma academia. Ya se había integrado a las luchas juveniles por la destrujillización del país.

En 1963 ingresó al Partido Comunista Dominicano, primero como dirigente estudiantil, poco después en otra calidad. Contrajo matrimonio en 1966 con Clara Báez Caamaño, pero no dejó hijos. En ese mismo año partió hacia Budapest, Hungría, para formar parte del Buró Permanente de Juventudes Democráticas. Permaneció en ese puesto hasta finales de 1969. A su regreso al país se inició en el ejercicio del periodismo profesional, comenzando la década de los años 70.

A poco de iniciarse, Orlando Martínez llegó a la dirección ejecutiva de la Revista Ahora, y a la vez escribía una columna diaria para El Nacional. Microscopio fue la vía por la que vertió sus opiniones mordaces sobre el acontecer político, económico y social de la República Dominicana y más allá. Microscopio no solo fue un instrumento para examinar nuestra sociedad, sino que sirvió también para remover las llagas y extraer la purulencia.

Ejercer un periodismo critico bajo la atmósfera de un régimen caracterizado por la intolerancia hacia las ideas adversas, era mucho más que una osadía. El vespertino El Nacional, desde su aparición en septiembre de 1966, bajo la valiente dirección de Freddy Gatón Arce, nunca fue del agrado del presidente Joaquín Balaguer ni de sus colaboradores. Gatón Arce fue el crítico más inteligente y templado durante la primera mitad del gobierno de los doce años, pero combinó la prudencia con la tenacidad.

Orlando Martínez, en cambio, privilegió la tenacidad en la denuncia, el juicio cortante, la actitud pugnaz, la palabra de fuego con la que quiso quemar la corrupción y el terror predominante. Orlando no se permitiría la mínima indiferencia ante la intranquilidad que afectaba, sobre todo a la juventud.

Eran muchos los muertos por razones políticas. Eran muchos los presos y deportados por las mismas razones. Eran muchos los obstáculos para el ejercicio de los derechos civiles de los ciudadanos. Orlando Martínez, cuya columna exhibía como lema la frase de Terencio “Soy, hombre, nada humano me es ajeno”, precisamente recogía todos hechos y los guardaba en su interior.

Se ha dicho que al Presidente Balaguer lo intranquilizaban los artículos de Orlando. Dicen que llegó a comentar que ese periodista no lo dejaba gobernar tranquilo.

Sin embargo, cuando Ramón Font Bernard, veterano periodista y colaborador del Presidente, le presentó a Orlando Martínez, el mandatario se sonrió y expresó: "Una gran pluma; no me imaginaba que usted fuera tan joven". Lo contó el propio Orlando después de un encuentro realizado en él Palacio Nacional el 24 de julio de 1974.

Orlando se atrevió a hurgar como nadie en la política y la personalidad de Balaguer, y desentrañó muchas de sus incógnitas y enigmas. En muchas ocasiones dirigió sus artículos directamente al mandatario. Por ejemplo:

“¿Por qué no, doctor Balaguer?” O “Siga leyendo, doctor Balaguer”

Balaguer era un tema recurrente en la columna de Orlando. Al parecer, su trabajo irritaba al Presidente. Sus exposiciones provocaban urticaria en la piel de los colaboradores.

La noche del 17 de marzo de 1975 se cumplió la orden. Se produjo un atentado contra Orlando Martínez que lo llevó a la muerte, sólo había cumplido 30 años y siete meses.

El crimen copó de horror el sentimiento nacional. Balaguer, que fingía no enterarse de nada, hubo de saber del horrendo crimen. Y supo quiénes fueron los autores, pero prefirió guardar silencio, dejando en blanco una página de un libro para que fuera llenada "algunos años después de mi muerte" por una persona amiga, que según dijo, "por razones de edad está supuesta a sobrevivirme y que ha sido encargada por mí de hacerlo público.

El asesinato de Orlando Martínez originó una inmensa ola de opiniones y condena. Rafael Herrera, que conocía bien a Orlando, escribió lo siguiente:

“Sus ideas, sus juicios, sus críticas eran para nosotros en gran parte inaceptables, y para muchos.

Pero todo el mundo aceptaba que esas eran las ideas de Orlando Martínez.

Y nadie pensaba que escribiera por encargo.

Se le reconocía inteligencia, honradez y valentía.

Eso lo hizo una joven estrella ascendente del periodismo dominicano.

Para nosotros Martínez tenía deformaciones ideológicas y escribía pasionalmente.

Tantos otros lo hacen así sin ganarse el respeto que se ganó Martínez.

Y queríamos mucho, a regañadientes a ese muchacho gentil y amable, cortés, que escribía con tanta dureza.

Orlando Martínez tenía un enorme talento, limitado por algo que limita a muchos dominicanos: un solo tipo de lecturas”.

Rafael Herrera y Orlando Martínez ocupan lugares de principalía en el periodismo dominicano y son recordados con afecto y veneración. El Colegio Dominicano de Periodista ha querido reproducir el afecto y admiración por ellos perpetuando sus efigies en el bronce, aquí en nuestra Casa Nacional.

Lo hacemos en un momento en que es necesario preservar las fortalezas interiores, perseverar en el compromiso ético, en nuestra formación intelectual y sobre todo acentuar la prudencia y la responsabilidad en nuestro ejercicio profesional, sin permitirnos debilidades y rechazando las provocaciones.

Rafael Herrera y Orlando Martínez fueron periodistas de gran talento, preocupados por el destino nacional que defendieron, cada uno con su particular forma, los intereses de la nación y combatieron la corrupción y la injusticia. Ambos son modelos de la buena expresión y perfectos testigos de su tiempo. Si hoy perpetuamos sus respectivas imágenes, es porque los consideramos íconos a ser tomados en cuenta por los periodistas dominicanos.

Ellos escribieron la historia, ellos también son historia.

MUCHA GRACIAS