
Por Nalena Jares
Periodista de Sierra Maestra, Santiago de Cuba
Andan por aquí y por allá, en este y en aquel lugar. Los hallas en la ciudad, en el campo, en los hospitales, consultorios, centros de trabajo, escuelas; están en Cuba o en el extranjero cumpliendo misión internacionalista.
Los galenos cubanos son ángeles repartiendo vidas; ponen su tiempo y conocimiento a merced de los enfermos.
Ellos salvan, y por qué no, también curan almas: las de aquellos que no pueden salvarse, pues se encuentran en el estado final de su enfermedad, sin embargo, tienen una muerte digna, con el calor del médico a su lado.
Cuba es una potencia médica, ese mérito nada ni nadie se lo puede quitar. Se demuestra con la entrega de todos los hombres de bata blanca, cuéntense enfermeras, técnicos, obreros, especialistas.
¿A cuántos lugares no han acudido los médicos cubanos a expensa de adquirir alguna enfermedad, conocida solo por los libros de textos? ¿En cuántas Sierras, aldeas y lugares intrincados no han extendido su mano amiga?
Hoy es un día especial para ellos; este recién fianlizado 3 de diciembre fue el Día de la Medicina Latinoamericana y del Trabajador de la Salud, como homenaje a Carlos Juan Manuel Finlay, descubridor del agente trasmisor de la fiebre amarilla, quien naciera en fecha como esta, pero en 1833.
Son los médicos cubanos los que integraron las Brigadas Henry Reeve, son los que se fueron a Haití tras el temblor, son los que están en ese país luchando contra el cólera para que cientos de personas no mueran; son los médicos cubanos a los que llegamos con un abrazo y un gesto de gratitud en estas líneas.
Igualmente les llegue al resto del personal de salud de Latinoamérica toda, a esos que enfrentan las adversidades del tiempo y las más disímiles circunstancias de enfermos y familiares.
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