Las palabras se volverán contra su dueño.

Higinio Báez


Cien por ciento mierda. Así se llama la última producción discográfica de Michel Jhosep Martelly, eventual presidente de Haití. El título recoge un sentimiento arraigado en una gran parte de la población, superior a la que participó en las pasadas elecciones. El disco es una crítica mordaz contra los politiqueros tradicionales.


Y para hacer más verosímil el asqueante rótulo, para afianzarlo con una penetrante alegoría, el cantante se presentaba desnudo, apenas con un pamper rosado( la democracia?) ante los delirantes fans del lumpenaje. El lumpen es su público por excelencia y su propia expesión social. Es un producto estructural surgido de las apetencias del mercado.


Al destruir la escasa producción campesina haitiana, en un país donde el 2% de la población concentra el 98% de las tierras, los grandes capitalistas de ese país, en alianza con el gran capital internacional, han forzado la emigración a las ciudades y al exterior, engrosando en las primeras su indiscutible presencia.


Ese inmenso ejército de reserva laboral es el que facilita la precarización de los salarios en Haití: dos dólares por día. Martelly es la pieza clave para el aterrizaje del modelo diseñado. Para la ambición del capital y del imperio. El Consejo electoral de ese país,casi surealista, validó el fraude que a dio a Juste Celestin como segundo en primera vuelta y luego aceptó la imposición de la OEA

que eliminó a Celestin e impuso a Martelly.


No es casual que sea, como es, un pupilo del Partido Republicano, un compinche de su ala más conservadora, el Tea Party. La señora Sara Palin ha ido a Haití a reunirse con su candidato, a trazar pautas. Harina de un mismo saco, como se dice. Total, los lúmpenes descifran a leguas sus propios códigos.


Martelly, como la Manigat, son miembros prominentes del duvalierismo. Tal vez ello explique la llegada del Baby Doc y no la de Aristide, al menos antes de las elecciones. Toda una trama montada desde afuera por los históricos expoliadores, para quienes nada importa el destino de ese desdichado pueblo.


La hipocrecía y la insensibilidad de las grandes potencias denuncia su espíritu desalmado. Hasta el día de hoy no se ha recogido en Puerto Príncipe un cuatro por ciento(4%) de los escombros y los habitantes de su capital quieren ser arimados lejos de ella porque los “ reconstructores” aspiran a adueñarse del negocio de bienes raíces a costa del desorden y del dolor, a lo cual se niegan los(as) ciudadanos(as)


Hay una estrategia global en camino. Por una parte, convertir a Haití en una inmensa zona Franca con salarios de muerte. Apropiarse de las propiedades y del suelo capitalino.Instalar dos bases militares en Haití. La de Cabo Haitiano que apunte a Cuba y la de los Cayos o Jacqmel que amenace a Venezuela. La de Cabo Haitiano ya se inició. Sofocar cualquier contingencia desfavorable en nuestro país y seguir incentivando, con la super explotación de la patria de Petión y Dessalines, la emigración hacia nuestro país.


Nada de eso resolverá la miseria sistémica del pueblo haitiano. Profundizar la dependencia, mas bien, la agrava. Al final, un gobierno de Martelly, que no sería distinto al de Manigat, resultaría una experiencia de sumisión, de servilismo.



Y si llegara a concluir su mandato sin grandes contratiempos, sin una explosión social de grandes dimensiones, el resultado no sería más que el título de su CD: cent pour cent cacá.


Las palabras se volverán contra su dueño.

17 de marzo 2011