¿En qué consiste este fenómeno que ha cobrado fuerza en República Dominicana en los últimos tiempos? El tema demanda un encuentro nacional de sicólogos, sociólogos, cientistas políticos, y otros especialistas.
Mientras tanto, en la peña de Paco se comentó el incremento de los casos de suicidios cívicos con la conclusión de que el mal es alarmante y con perspectivas de crecimiento.
Para algunos contertulios, el suicidio cívico se produce cuando una persona en pleno disfrute de sus facultades intelectuales y físicas decide espontáneamente no ejercer sus derechos cívicos y particularmente el acto de votar para las elecciones presidenciales, a las cámaras legislativas y a los municipios.
Entre los síntomas del suicidio cívico se citan expresiones como las siguientes: “Yo no vuelvo a votar”, “A este país se lo llevó el mismo Diablo”, “No vale la pena levantarse de madrugada para ir a la mesa de votaciones”, “A mi no me vengan con cuentos de campaña”, “Los políticos son malos todos” “Estos se vendieron como ‘intachables’ y han salido igualito que los otros”, “Ya no se puede creer en nadie”, “Yo quiero ver que pidan el voto en las próximas elecciones”. Estas y otras expresiones de frustración entre la ciudadanía son aspectos del suicidio cívico que, por su importancia y consecuencias, califica para ser tratado en un cónclave.
El auge del fenómeno radica en el fracaso de las políticas gubernamentales en cumplir con promesas pregonadas sonoramente a los cuatro vientos.
A juicio de muchos, el oficialismo incentiva el suicidio cívico por su alta cuota de culpas en la incredulidad extrema que sufre una población harta de engaños.
Como muestra reveladora se cita la emergencia de un conglomerado de jóvenes que se denomina “Toy Jarto”, el cual se presentó el día de Duarte ante sus estatuas, parques y monumentos llevándole al Patricio una flor y un plato vacío.
La determinación de muchos dominicanos de suicidarse cívicamente proclamando que no vuelven a votar, ni nada por el estilo, se siente como preludio de fenómenos trascendentes que el oficialismo debe ponerle atención.
Lo peor es que el oficialismo carece de cartas de méritos para enfrentar con éxito la situación.
Mientras tanto, en la peña de Paco se comentó el incremento de los casos de suicidios cívicos con la conclusión de que el mal es alarmante y con perspectivas de crecimiento.
Para algunos contertulios, el suicidio cívico se produce cuando una persona en pleno disfrute de sus facultades intelectuales y físicas decide espontáneamente no ejercer sus derechos cívicos y particularmente el acto de votar para las elecciones presidenciales, a las cámaras legislativas y a los municipios.
Entre los síntomas del suicidio cívico se citan expresiones como las siguientes: “Yo no vuelvo a votar”, “A este país se lo llevó el mismo Diablo”, “No vale la pena levantarse de madrugada para ir a la mesa de votaciones”, “A mi no me vengan con cuentos de campaña”, “Los políticos son malos todos” “Estos se vendieron como ‘intachables’ y han salido igualito que los otros”, “Ya no se puede creer en nadie”, “Yo quiero ver que pidan el voto en las próximas elecciones”. Estas y otras expresiones de frustración entre la ciudadanía son aspectos del suicidio cívico que, por su importancia y consecuencias, califica para ser tratado en un cónclave.
El auge del fenómeno radica en el fracaso de las políticas gubernamentales en cumplir con promesas pregonadas sonoramente a los cuatro vientos.
A juicio de muchos, el oficialismo incentiva el suicidio cívico por su alta cuota de culpas en la incredulidad extrema que sufre una población harta de engaños.
Como muestra reveladora se cita la emergencia de un conglomerado de jóvenes que se denomina “Toy Jarto”, el cual se presentó el día de Duarte ante sus estatuas, parques y monumentos llevándole al Patricio una flor y un plato vacío.
La determinación de muchos dominicanos de suicidarse cívicamente proclamando que no vuelven a votar, ni nada por el estilo, se siente como preludio de fenómenos trascendentes que el oficialismo debe ponerle atención.
Lo peor es que el oficialismo carece de cartas de méritos para enfrentar con éxito la situación.