“¿Quién mata a Sagrario Díaz? ¡La maldita Policía!” La consigna surgió poco después de la muerte de la dirigente estudiantil Sagrario Elcira Díaz de un balazo en la cabeza el 4 de abril de 1972 cuando la Policía Nacional entró al campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en búsqueda del entonces dirigente de izquierda Tácito Perdomo.
Es la misma Policía que dos años antes, 24 de septiembre de 1970, mató a uno de los jóvenes más brillantes de su generación. Amín Abel Hasbún fue asesinado de un balazo en la cabeza bajando las escaleras de su casa, frente a su esposa embarazada, Mirna Santos, y su hijo de dos años de edad.
Es la misma Policía que organizó y patrocinó la temible “Banda Colorá” en los años 70 que persiguió, apresó, torturó y asesinó a decenas de muchachos, incluyendo los cinco dirigentes del club Héctor J. Díaz.
Es la misma Policía que ametralló una manifestación estudiantil frente al Palacio Nacional el 9 de febrero de 1966, asesinando a muchachos y muchachas desarmados como Antonio Santos Méndez, Miguel Tolentino, Luis Mella y Amelia Ricart Calventi que murió el 3 de marzo. Esa Policía política, al servicio del régimen criminal y sanguinario de Joaquín Balaguer, no tuvo piedad contra los dirigentes populares, entre ellos Otto Morales,muerte de ocho balazos en la calle José Contreras el 16 de julio de 1970.
La lista de hombres y mujeres asesinados por la policía desde 1966 a la fecha es interminable. El cementerio de la Policía es más grande que el Cristo Redentor de Santo Domingo. Es una Policía regresiva, criminal y corrupta al servicio siempre de los peores intereses nacionales. Es una Policía militar que sigue creyendo, como en los mejores años del “Jefe”, que “el civil no es gente”.
La Policía está para “proteger vidas y propiedades”, pero no de todos los ciudadanos; está para proteger “la vida y las propiedades” de los dueños del país, aquellos que quiebran bancos, que trafican con drogas, que evaden el pago de impuestos, que se roban el presupuesto nacional. La Policía forma parte de los aparatos represivos del Estado. Es un instrumento que protege y garantiza las desigualdades sociales. Sin la Policía y las Fuerzas Armadas sería imposible mantener las desigualdades sociales. Todo el que se oponga al estado de cosas imperante, termina muerto o en la cárcel. El aparato ideológico del Estado donde se encuentra el sistema judicial, tiene un sentido de clase.
Los asesinatos de los años 60 y 70 tenían un matiz político fundamentalmente. Ahora esos crímenes tienen otra naturaleza, aparentemente. Pero en el fondo la Policía sigue siendo la misma. Los métodos no han cambiado mucho. La Policía de ahora probablemente sea más perversa, criminal y corrupta por sus vínculos con el bajo mundo.
La periodista Alicia Alonso nos reveló una guerra silenciosa, pero igualmente brutal. Más de tres mil muertos a manos de la Policía. Las muertes extrajudiciales constituyen el pan nuestro de cada día. Un muerto cada 18 horas, es el récord del cirujano jefe de la Policía actual. Es una guerra donde los muertos están de un solo lado, no importa que ocasionalmente provengan de la propia Policía: Del lado de los de abajo. Los que roban bancos por dentro, los que se roban el presupuesto nacional, los que se roban la energía a gran escala, los que no pagan impuestos, los contrabandistas, los delincuentes de cuello blanco,no mueren en intercambios de disparos. Para esos si funciona el “estado de derechos” y el sistema judicial.
A los delincuentes pobres hay que encarcelarlos o matarlos, a los delincuentes ricos hay que protegerlos. Así funciona la democracia en nuestro país. El Ministerio Público,los jueces y la Policía protegen las vidas y las propiedades de los dueños del país. Mientras se profundizan los niveles de pobreza y marginalidad, continuarán cayendo en intercambios de disparos loshijos de nadie.